LUCKY UNLUCKY

Cuando vives sin padres, desafías al infortunio. Es un alivio saber que tu madre no va a ser testigo de las catástrofes entre tú y yo y no estará ahí para advertirte: "ya te lo dije". Me gusta vivir al límite, por ejemplo, poniendo las cajas de zapatos encima de la mesa o de la cama. La primera vez que lo hice sentí angustia por dentro y me giré hacia detrás esperando que algo malo ocurriera. No pasó nada sobrenatural en aquella ocasión. Lo siguiente fue comprarme un paraguas nuevo que, claramente, no me iba a llevar de la tienda sin probarlo allí mismo. Lo abrí un poquito, lo justo para probar el mecanismo de apertura pero era de los automáticos y de golpe, se abrió por completo. Ya con eso esperaba al menos perder la cartera y tampoco en aquella ocasión hubo catástrofe alguna. Así que con estos y algunos otros desafíos empecé a descreer en la mala suerte y empecé a darme cuenta de que si algo ha de ocurrirte, te ocurrirá sin importar mucho qué hiciste con el salero ayer. Sentirse afortunado es asunto más del corazón que de los espejos.

RESPETAR EL SILENCIO

A mí me gusta pasear de la mano con mi pareja. Nos divierte la cantidad de gente conocida que nos podemos llegar a encontrar una tarde cualquiera caminando por la playa. Suele haber música y alboroto en algunas zonas así que no siempre vamos hablando. A veces cada uno va pensando en lo suyo, como en el limbo. Respetar a otra persona es respetar su silencio también. Sólo cuando nos conocemos muy bien entre él y yo podemos averiguar qué nos transmite su silencio. Puede ser la liberación y ausencia de pensamientos o un amasijo de ellos. Una palabra no dicha no cuenta. Tampoco es una mentira. Igual es sólo un plan inacabado, una tontería a medias o una verdad que no es necesaria ahora.

Las Palmas de Gran Canaria

Historia de una colisión

Hace unos meses fui testigo de una triste historia que me gustaría contarte. 

Aquella mañana yo me encontraba haciendo mi trabajo en el hospital con una médico adjunta de Medicina Interna. Al pasar por uno de los pasillos, esta médico se encontró con una compañera de otra especialidad que yo no conocía e intercambiaron unas palabras. Yo me mantuve un momento al margen. No estaba ni prestando atención a la conversación sino que miraba mi teléfono móvil. Cuando volví a mirar, la médico que tenía frente a mí estaba llorando. En ese momento mi adjunta y yo la sostuvimos por los hombros y la dirigimos a la salida, fuera de la vista de los otros pacientes. 

Ya en un lugar más tranquilo escuché lo que tenía que decir. Eran malas noticias para ella. Se trataba de su padre, que estaba ingresado porque tenía cáncer de colon. Se lo acababan de diagnosticar y el estadío era avanzado. Nos contó que su padre había tenido un deterioro muy rápido. En las últimas semanas había pasado de ser una persona sana e independiente a ser un paciente de cuidados paliativos con una esperanza de vida de menos de 6 meses. Estuvimos un rato con ella hasta que, más tranquila y resignada, pudo volver a su trabajo. 

No volví a verla en bastante tiempo. Tanto que se echaron encima 6 meses. Una mañana me tropecé con ella en la tienda del hospital. Yo iba a por mi revista de viajes y por supuesto ella no me reconoció. Al verla aparecer de detrás de la estantería me fijé en que estaba embarazada, de al menos 8 ó 9 meses. Menuda sorpresa. 

Pensé en lo que había escuchado aquella vez y ahora ella estaba a punto de tener un bebé, ¿cómo estaría su padre? ¿se perdería conocer a su nieto? Ella miraba los libros distraída mientras se comía un dulce. Yo pensaba que a veces "todo se junta" entre tú y yo. Parece que ocurre una colisión tan grave que pueda hacer pararse a los planetas en suspensión gravitatoria aunque este efecto sólo dura hasta que llega la siguiente colisión. La verdad es que somos dados bailando al son de una canción de la que no sabemos ni la letra. Vida caprichosa. Maldita vida.  

ACERCA DE DEB PITA

¡Hola!

Gracias por darme un minuto de tu tiempo. Este blog es un gran desafío y a la vez un viejo amigo que me gusta compartir entre tú y yo. El único interés que siempre me ha movido es poder entretener a los demás con anécdotas y pequeñas reflexiones de la vida cotidiana. Si quieres saber quién soy, te explico. 

Lo que siempre me definirá en pocas palabras es que soy una persona diferente. Aunque yo me considero muy normal. Escribir ha sido para mí un hobby que comencé hace más de 10 años y que me ha llevado a conocer mejor la complicidad del pensamiento humano y el mío propio. 

Nací en La Laguna, Tenerife. En el colegio era muy buena estudiante y me emocioné tanto que acabé haciendo la carrera universitaria en Medicina. Me llevó 7 años terminarla, un puñado de amistades, algunas menos copas y una cantidad ingente de horas de biblioteca. El examen MIR que preparé y realicé en Madrid en 2015 no se quedó atrás, casi acaba con mi vida, pero lo superé. En la actualidad me encuentro felizmente realizando la residencia por cuatro años en Medicina Familiar y Comunitaria en Las Palmas de Gran Canaria. Aunque esta ciudad no es mi lugar de origen, me he sentido atraída por ella desde siempre y ahora, en este punto de mi vida, me encuentro echando raíces.

Mi vida me ha llevado a viajar, cosa que me encanta, y a su planificación le dedico gran parte de mi tiempo libre. Pero sin duda el mayor viaje que he hecho ha sido el que me ha traído hasta hoy. Hasta este sitio en el mundo de adultos donde cada palabra cuenta, y cada silencio, cuenta el doble. Donde jugar es peligroso y jugársela, más. Este es un mundo exigente y agotador, algunas veces asfixiante, que cada mañana es diferente. Así es difícil hacerse un hueco, hacerse oír y hacer que cuentes. 

Lo que importa es que, por algún motivo, conectar con los demás nos hace sentir mejor. Saber que al otro le ocurre lo mismo que a nosotros nos alivia. Desconectar por momentos y leer unas palabras anónimas a veces es el descanso que necesitamos de esta vida agitada que llevamos. 

Por la razón que sea, espero que leas. A mí. A los demás. 
Descubrirás que las palabras dicen más... mucho más. 

Pensamientos enfrascados

Esta semana he ido a caminar con frecuencia por la playa, junto a la orilla. A menudo me adelantan otros caminantes. A veces soy yo quien va más rápido. Uno de los días vi sobrepasarme un hombre que, al llegar al final de la ruta decidió pararse y sentarse. Me imaginé que descansaba tras el esfuerzo. La verdad es que al acercarme comprendí que aquel hombre sólo estaba sentado mirando al mar y esuchando las olas. No parecía tener intenciones de regresar. Sólo él podía saber en aquellos momentos qué pensamientos lo llevaban tan lejos. Todos guardamos mensajes que son para nadie. Para meterlos en una botella y echarlos al mar. Sin más, di la vuelta entre tú y yo y a lo lejos lo perdí de vista.

Marie Kondo dice

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